jueves, 15 de noviembre de 2018

Los falashas: los judíos negros de Etiopia

Instalados en las montañas etíopes de Gondar, los falashas han sufrido a lo largo de su historia persecuciones y matanzas. Unos 105.000 falashas viven en Israel y un millar sigue en Etiopía.


El origen de los falashas o judíos negros de Etiopía es un misterio que todavía hoy fas­cina a muchos viajeros y antropó­logos. Ni ellos mismos se ponen de acuerdo. 

Teorías sobre el origen de los judíos negros 

Muchos dicen que descienden de los judíos que acompa­ñaron a la reina de Saba de vuelta a Etiopia después de visitar al rey Salomón (los etíopes creen que su país fue fundado por el hijo de am­bos, Menelik). Otros afirman que sus ancestros fueron los judíos que huyeron de Jerusalén en el 587 a.C. tras la conquista de Nabucodonosor, o de los que escaparon tras la destrucción del Segundo Templo por los romanos en el año 70 d.C.

Una de las diez tribus perdidas de Israel 

Durante la Edad Media, los via­jeros judíos los identificaron como descendientes de Dan, una de las diez tribus perdidas de Israel. Los estudios genéticos apuntan a que los fundadores de la comunidad falasha fueron judíos yemenitas que llegaron como mercaderes o prisioneros cuando la Etiopía cristiana derrotó al reino judío del Yemen en el año 525.

Los exiliados habrían conver­tido al judaísmo a parte de la tribu africana de los agau, de origen cusita, y se mezclaron con ellos dan­do origen a los falashas. En 1973, el gran rabinato sefardita de Israel los reconoció como judíos.

Los exiliados sin tierra

Los falashas ("exiliados" o "sin tierra", en lengua amanea) se lla­man así mismos Beto Israel (la ca­sa de Israel). Hablan los mismos idiomas que sus convecinos cristianos, y, como ellos, en liturgia siguen la Biblia y las enseñanzas del Pentateuco, aunque des­conocen la Halaja (ley oral), el Tal­mud y las enseñanzas rabínicas. Comunidades enteras de fala­shas fueron forzadas a adoptar la fe cristiana, aunque en otras ocasiones miles de etíopes dejaban el cristianismo y se hacían judíos.

A principios del siglo XX sólo queda­ban unos 28.000 falashas en al­deas propias en torno a una sina­goga o en barrios separados de los pueblos cristianos. Su jefe actuaba de sacerdote y, a diferencia de otros judíos, tenían monjes y monasterios, pero no rabinos.

Persecuciones constantes

Con la creación de Israel, algunos falashas emigraron allí. Tras la revolución etíope de 1974, su situación empeoró. Diez años más tarde, Is­rael organizó la Operación Moisés para rescatar a 8.000 falashas en aviones desde los campos de refu­giados de Sudán. Como decenas de miles de etíopes, habían llegado allí huyendo del hambre y la guerra.

Israel y la Operación Salomón 

Una filtración de la prensa pro­vocó la protesta de los países ára­bes y la interrupción de los vuelos desde Sudán, dejando a muchas fa­milias divididas. En 1991, la Opera­ción Salomón llevó a Israel a 14.325 falashas gracias a un puente aéreo de 36 horas, justo cuando la guerrilla iba a lanzar el ataque final contra el régimen marxista etíope. 

Una situación especial es la de los falasha mura -antiguos judíos convertidos al cristianismo defor­ma voluntaria o forzosa- que, tras su retorno al judaísmo, reclaman emi­grar también a Israel. Miles de ellos esperan desde hace años en cam­pos de desplazados. El gobierno de Tel Aviv ha acordado permitir la en­trada de unos 300 al mes. 

Una integración difícil

Con su tez oscura y sus rasgos finos, casi europeos, típicos de los abisinios, los fala­shas son fácilmente reconocibles en las calles de Israel. Su integración, no obstante, es difícil. El choque cultural de pasar de una so­ciedad agraria africana a otra moderna como la israelí es enorme. 

Mientras los mayores han perdido autoridad sobre los jóvenes, mu­chos falashas son víctimas de discriminación por parte de la sociedad y su falta de estu­dios les relega a los trabajos peor pagados.

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